Se dice que surgen a los dos años, pero pueden empezar antes y terminar mucho después. Todo depende de cómo sea tu hijo y de cómo manejes la situación. Todos los métodos llegan al mismo objetivo: calmar al niño y no ceder ante sus exigencias.
A veces las rabietas de los niños llegan a tener tal intensidad que se dan golpes contra la pared, se hieren a sí mismos… En esos casos, te aconsejamos que traslades al chiquillo a un lugar seguro, donde no se pueda lastimar y esperes a que se le pase.
Si quiere llevar su chamarra y es verano, dale otra opción para que él elija. «La chamarra no pero, ¿qué prefieres, tu playera de osos o los jeans de bolsitas que tanto te gustan?«
a veces los niños no saben terminar su propio «teatro». Cuando veas que baja en intensidad y volumen, intenta cargarlo, llevarlo a otro cuarto y entretenerlo para que olvide su disgusto.
¿De qué sirve? El que está enojado es él. Disgustarte no te llevará a nada y después hará que te sientas fatal. Si él ve que su «numerito» tiene efectos sobre ti, seguirá empleándolo.
Debe entender que con la rabieta no conseguirá su objetivo. Si llora, grita y patalea porque quiere ponerse la chamarra, debes mantenerte firme y no ceder. Así disminuirán los berrinches.
Cuando los chiquillos están en pleno berrinche, no entienden razones. No es momento de platicar con ellos. Después, una vez que ha pasado todo, puedes intentar razonar.
Tu hijo tiene derecho a desahogarse. No sabe controlar sus emociones y necesita explotar de esta manera. Si intentas calmarlo, se pone peor. Mejor deja que se le pase a él solo.
Los niños no entienden razones en pleno berrinche. De nada servirá explicarle que no puede llevar chamarra porque tendrá mucho calor. Mejor di: «No puedes porque no hace frío».
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